domingo, 5 de octubre de 2014

AVENTURAS Y SUEÑOS EN LA SÉPTIMA AVENIDA



La séptima avenida se abrió bajo mis pies, una grieta que se perdía en el horizonte. Las vías del metro se escurrían hacia el fondo de la tierra y un enorme dragón emergió del inframundo mirándome fijamente a los ojos. Escupía fuego mientras yo huía a toda prisa en dirección cartel de Coca-Cola. La grieta se hizo más grande, rodeándome, sin dejarme continuar. Estaba atrapado. Aquel bicho alado frente a mí. Creía que todo estaba perdido cuando alguien me tocó en el hombro. Un caballero de armadura y espada me protegió con su escudo del primer fogonazo y después se lanzó sin pensarlo contra la bestia. Di un salto y seguí corriendo hasta el rascacielos más cercano. Abrí la puerta. Dentro, una manada de lobos me estaba esperando. La puerta ya no se volvió a mover. Uno de ellos se abalanzó sobre mí y me arrancó el abrigo de un solo zarpazo, pero pude escabullirme por el pasillo que daba a los ascensores. Una carrera de cien metros lisos en la que ellos eran más rápidos. Iba a ser devorado pero de un destello apareció ante mí una hechicera de ojos rasgados.
­Usa las escaleras chico ­me dijo ­, no podré contenerlos mucho tiempo.
Abrí la puerta de emergencia y subí corriendo hasta la azotea mientras escuchaba aullidos de fondo.
El Cielo se había vuelto rojizo. Casi no tuve tiempo de parpadear cuando vi al dragón, ensartado por el mandoble del caballero precipitando su vuelo hacia mi edificio, el cual comenzó a venirse abajo. Yo salí despedido a causa del golpe, viajando hacia el vacio a una velocidad vertiginosa. Fue entonces cuando de mi espalda crecieron dos grandes y hermosas alas blancas que se agitaban devolviéndome la estabilidad y dándome una amplia vista de la ciudad desde el cielo. La ciudad de Nueva York en la palma de mi mano. Luces y sombras cruzando sus espadas en una vorágine de chispazos de colores. Unos destruían la ciudad a la vez que otros hacían crecer nuevos árboles a cada golpe, y yo en medio de todo observando desde las nubes.   

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