Habían atravesado la capa de nubes y un sol
radiante bañaba todo el interior del avión. Los Zeros volaban en formación y
Taiyo sostenía con fuerza los mandos de su
aeronave. El ruido de los motores ejercía fuerte presión sobre una cabeza convertida en un remolino de
pensamientos que intentaban ser ahogados bajo una idea firme, el honor a la
patria. Dejaba atrás familia y amigos, un sacrificio que ofrecía con orgullo a
cambio de la grandeza de su tierra. Eran las 7:48 de la mañana y Taiyo y sus
hermanos camicaces estaban listos para atacar. Habían llegado a Pearl Harbor.
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