CONDENADO: Es un error, es un error, yo no debería estar aquí,
¡Soltadme! (Pausa) les da igual, no les importa lo que les diga, solo quieren
ver muerte, sus bocas salivan pensando en mi cuerpo inerte colgado en la
cuerda. Mi cuerpo o el de cualquier otro, se la suda, les importa una mierda
quien muera con tal de ver el espectáculo. Míralos, se pelean por tener el
mejor sitio, por sentarse en primera fila y sentir mi último aliento en su
cara, saborearlo en sus paladares mientras se corren de gusto. No quiero morir,
no quiero y no debo, yo no cometí el crimen del que me acusan, yo no he
cometido un crimen en mi vida, en mi corta vida, por dios, tengo veintidós años
aun, ni siquiera he tenido tiempo. No lo entiendo, no entiendo por qué me hacen
esto, no tiene ningún sentido y eso es lo que más me jode, que no le encuentro
sentido, que no logro entenderlo. Bueno, lo que más me jode dejando de lado el
hecho de que voy a morir en unos minutos ¿Eso acaba de ser un chiste?
Estupendo, vas a morir y haces un chiste, jodido capullo ¿Es así cómo se
sentirán las personas que reaccionan con risa ante el miedo? Si es así, ahora
ya no me hace ni puta gracia. Si al menos pudiera encontrar una explicación me
consolaría en cierto modo. Pero ahora me introduzco en sus mentes y me pierdo
entre miles de hipótesis que no me llevan a ningún lugar. Solo consigo
desquiciarme más ¿Me habrán confundido con otra persona? ¿Quizá alguien me ha
tendido una trampa? Y si es así ¿Por qué razón iban a hacerlo? ¡No lo entiendo,
no lo entiendo! (Pausa) veintidós años, solo veintidós años, me queda tanto por
hacer, sé que es un tópico, pero también es cierto, apenas he viajado, me
encantaría conocer el mundo en el que vivo y ahora solo voy a abandonarlo. Ni
siquiera me he enamorado de verdad y ya no hablemos claro, de formar una familia, de ser padre, de crear a otro
ser humano, cuidarlo y enseñarlo, mientras comparto la vida con la mujer que
amo, despertarme a su lado cada mañana, percibiendo su olor en las sábanas.
Llegar a ser abuelo. Siempre creí que eso sería lo que me ayudaría a entender
la muerte, porque no me puedo engañar, el miedo a la muerte no es nuevo para
mí, pero siempre me he consolado pensando en la lejanía del momento, en que con
el tiempo y la experiencia ese miedo iría desapareciendo hasta aceptarla o
incluso desearla ¿por qué no? Pero ahora que ha llegado el momento, que la
previsión no se ha cumplido, estoy cagado de miedo ¿debí empezar a aceptar la
muerte en cuanto fui consciente de su existencia? ¿Pero cómo demonios iba a
hacerlo si solo era un crio? Quien iba a pensar que solo a los veintidós años
tendría que despedirme. Despedirme para ir ¿A dónde? En estos momentos me
gustaría pertenecer a alguna religión, una de esas que creen en la
reencarnación o en un paraíso lleno de placeres, pero no es así y ahora ya es
tarde, ya no puedo volver atrás, en cuanto cierre los ojos para siempre,
simplemente no existiré, no iré a ningún lado, no habrá nada… solo pensarlo me
pone los pelos de punta ¿cómo puede no haber nada? Pasar del todo a la nada en
solo un segundo ¿seré consciente del momento exacto? Dios, no puedo seguir
pensando en esto. Concéntrate en otra cosa. No te resignes, piensa en que
puedes hacer para librarte, busca la esperanza… ¿Pero qué digo? ¿Busca la
esperanza? ¿Eres idiota? Estás atado de pies y manos y rodeado de toda la gente
que quiere verte muerto ¿qué piensas hacer? ¿Cómo vas a liberarte para empezar?
Y aunque lo consiguieras ¿Qué vas a hacer después? Si no pueden colgarte te
matarán a palos o te pegarán un tiro. La esperanza no va a servirte de nada. No
puedo buscarla porque no voy a librarme de esto, la esperanza lo único que hará
será hundirme aún más. Así que, cuanto antes la pierda, antes me deshaga de ese
lastre, mejor. Debo olvidarla, solo así podré aceptar el hecho de que voy a
morir, sí, voy a morir ahorcado, aquí y ahora. Nadie va a venir a salvarme,
ninguno de ellos se va a apiadar de mí, no va a haber una llamada de ningún
gobernador diciendo que todo ha sido un error, que soy libre, que puedo
marcharme, volver a mi casa, con mi familia, con mis amigos. No, nada de eso va
a ocurrir. Voy a morir, sí, voy a morir ahorcado, aquí y ahora. A los veintidós
años, a falta de muchas experiencias, pero seamos realistas, con muchas otras
vividas. Por lo menos no me ha dado tiempo a que mi vida se vaya al garete, de
sufrir de verdad durante largo tiempo. Es un pequeño consuelo. He tenido una
niñez y una adolescencia bastante potable. En el colegio tuve muchos amigos,
nunca fui marginado y sacaba buenas notas. Mis padres me querían, siempre me
han tratado bien y me han ayudado en todo. Jugábamos juntos, hacíamos
excursiones, viajábamos, en fin, lo pasábamos bien. Ya más mayor todo siguió
bien, instituto y universidad, fueron etapas de cambio y experiencias,
sobretodo experiencias. He tenido grandes amigos, con los que he compartido
grandes cosas, personas que poco a poco se han convertido en mi otra familia,
en ocasiones más importante que la real. Ahora me viene a la cabeza una cita
sobre la familia que escuché en una película. Perder a la familia nos obliga a
buscar a nuestra familia, no siempre la familia que es de nuestra sangre, si no
la que puede llegar a ser de nuestra sangre y si tenemos la sabiduría de abrir nuestra
puerta a esa nueva familia, descubriremos que los deseos que una vez tuvimos,
por el padre que una vez nos guio, por el hermano que nos inspiró, esos deseos
de nuevo estarán allí. Me doy cuenta de que el único regalo que se nos ha
concedido en el ocaso de la vida ha sido el de la amistad. Bonitas palabras.
Esa película me ha dado mucho. Es curioso cómo he podido verla una y otra vez,
sin cansarme nunca, sonriendo en los mismos momentos y emocionándome en las
mismas escenas, descubrir su música una y otra vez como si fuera la primera. Recuerdo
otra de sus frases, decía algo así como que la gente, con frecuencia abandona
sus sueños, por miedo poder fracasar o lo que es peor por miedo a poder
triunfar. Yo puedo decir con orgullo que no es mi caso, que siempre he seguido
mis sueños, con esfuerzo, con perseverancia, persiguiéndolos y consiguiendo
algunos. Nunca olvidaré el día que me subí por primera vez a un escenario. Las
luces, los compañeros y los nervios en el estómago. Echo la vista atrás y veo
que he sido feliz, sí. Ahora pienso, que quizá este sea un gran momento para
morir. Morir feliz ¿qué más puedo pedir? Ha llegado el momento, lo sé, lo veo,
todo el mundo se calla y me mira fijamente. Ya solo queda despedirse,
despedirme de mi mismo y decir, adiós amigo. (La soga le eleva y el condenado
muere ahorcado)
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